Némesis

El castigo o el premio a la desmesura.

Diosa de la mitología griega al cuidado de la correcta distribución de la felicidad y el derecho, impartiendo a su vez el castigo justo por los delitos cometidos y la soberbia (hybris). El nombre tiene que ver con la voz nemein (reparto, administración, distribución), con el sentido de «participar en lo debido».

    Némesis es a la vez una divinidad y una abstracción. Como divinidad se le atribuye un mito: amada por Zeus, Némesis, que es hija de Nix (la Noche), trata de rehuir las efusiones del padre de los dioses adoptando apariencias diferentes —se convierte, sucesivamente, en pez, ganso y cisne— hasta acabar metamorfoseada en oca. A lo que Zeus responde transformándose en cisne y consigue poseerla. Némesis puso un huevo, recogido por unos pastores que lo dieron a Leda que lo cuidó; de este huevo nacieron Helena y los Dioscuros (Cástor y Pólux).

    Según otra versión, Zeus, en forma de cisne, huyendo de un águila encontró refugio en el regazo de Némesis (transfigurada en oca), lo cual dispuso la seducción y acarreó que la diosa quedara preñada del lascivo dios y al cabo pusiera un huevo que Leda, reina de Esparta, incubó amorosamente. Del huevo salió la bella Helena, cuyo rapto tuvo como consecuencia la guerra de Troya. En memoria de ello, Zeus puso el cisne y la oca como constelaciones en el cielo.

    En su valor simbólico, Némesis personifica la «venganza divina»; la divinidad que, como en el caso de las Erinias, castiga el crimen, pero, con más frecuencia, el poder encargado de suprimir toda «desmesura», como aquel que permite el exceso de felicidad en los mortales, el orgullo de los reyes, etcétera. Esta es una concepción fundamental del espíritu helénico: todo cuanto sobresale de su condición, tanto en bien como en mal, se expone a las represalias de los dioses, pues tiende a trastornar el orden del universo, a poner en peligro el imprescindible equilibrio universal; por eso debe castigarse si se quiere que el mundo siga tal como es. De este modo, por ejemplo, Creso, demasiado feliz por sus riquezas y su poder, es arrastrado por la Némesis a su expedición contra Ciro, expedición que acaba por ser una ruina: el castigo a una ambición desmedida.

Némesis la vengadora, dentro de los mitos griegos de la muerte.

    Por sus valores semánticos —nemein—, Némesis es una figura que se inscribe en el ámbito de la distribución y la repartición, como las Moiras. Representa la atribución por una autoridad legal; de un modo más preciso, Némesis es la justa repartición en tanto no es respetada, en tanto es amenazada y puesta en tela de juicio. Asociada a Temis, la esposa de Zeus que asienta la justicia verticalmente desde los dioses, Némesis define un plan de repartición-retribución donde el acento recae no tanto en la retribución que restablece el orden de las cosas como en el sentimiento de que una cierta atribución es correcta, legal, mientras que otra —la excesiva, la indebidamente arbitraria— no lo es ni debe serlo.

    Es la personificación del levantamiento contra la injusticia (el nombre griego significa «ira»), al propio tiempo vengadora del crimen cometido y juez imparcial en los certámenes, provista de balanza, espada y regla de medir. Como diosa del destino tiene el poder de retrotraer al suelo de la realidad a aquellas personas que han gozado de una buena suerte inmerecida.

A Némesis le fue erigido un famoso santuario en Ramnunte, pequeña ciudad del Ática situada a poca distancia de Maratón; en la costa del estrecho que separa Ática de Eubea. La estatua de la diosa era obra de Fidias, tallada en un bloque de mármol de Paros traído por los persas, quienes lo destinaban a levantar un signo de victoria después de haber tomado Atenas. Los persas estaban seguros de vencer, signo de desmesura; pero jamás conquistaron Atenas. La Némesis de Ramnunte fue decisiva aliada de los atenienses, impulsando a su ejército.

    Junto a este santuario destacó también el de Esmirna.

    En la antigua Ramnunte, Némesis era honrada junto a Temis. Y Hesíodo anunciaba en Los Trabajos y los días que Némesis, acompañada de Adiós, abandonaría definitivamente a los humanos cuando terminase la edad de hierro y regresaría entonces junto a los dioses.

    En la época helenística, Némesis fue venerada también como diosa de los agones (competiciones de todo tipo) y en la época romana se le rindió culto en los anfiteatros y en los circos.

    En Roma, Némesis Adrastea es otro de los nombres que identificaban a la diosa Ártemis (Suda, I 54, 524), a quien un tratado hermético denomina la «vigilante del universo de ojos penetrantes» (Korê Kosmou, 48). A menudo se colocan pequeños altares de Némesis en las entradas de la palestra de los anfiteatros romanos, donde los gladiadores le llevaban ofrendas. En algunas representaciones antiguas, Némesis también tiene alas.

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De lo positivo a lo negativo y viceversa, con ese matiz ineludible, e inefable, que advierte del «hasta aquí» y del «por aquí»; un matiz que es norma, que es código y que es regla: la persona es pero dentro de una acción encauzada.

    Cuántas veces la frontera entre una cosa y su contraria es difusa, casquivana y sinuosa por mor de los impulsos, los anhelos o las interpretaciones. Se puede pero no se debe, hay que estar pero también hay que parecer; sopesando, midiendo, evaluando. Un cálculo a tiempo es garantía de permanencia y, llegado el caso, de una nueva oportunidad para ahormarse al embrollo, avanzar a la siguiente casilla o salir airoso y curioso del itinerario marcado siquiera por un momento.

    La audacia acompaña a los valientes, la osadía a los atrevidos, el acomodo a los cobardes y el negocio de la componenda a los falsarios; y todos y cada uno, trazados en vertical y horizontal, responden a un esquema preconcebido, antiguo como la primera sociedad estructurada en triángulo, eficaz y rentable.

    Antítesis del golpe en la mesa, estos son mis poderes y este soy yo. Emparentado con el golpe de mano, en avanzadilla sorteando los decorados de la obra precedente, a la vanguardia del grueso conquistador que es actor y público a la par. Adscrito en lista cerrada al golpe de efecto, ese recurso de puesta en marcha del prolongado paréntesis y los puntos suspensivos.

    Sumada a mi bando, némesis es el argumento del viaje eterno a través de paisajes variados y de continuas elecciones en busca de las fuentes del conocimiento. El sentido de la vida.

    Me gusta su compañía.

Autor
Redacción